lunes, 24 de septiembre de 2012

Devocional diario

IGLESIA CRISTIANA DE RESTAURACION


Abril 19 - Viernes Santo

Satisfecho
Verá el fruto de su propia aflicción, y se dará por satisfecho. Isaías 53:11a
¿Te has preguntado alguna vez si Jesús eligió sufrir y morir en la cruz sólo porque TUVO que hacerlo y no porque realmente QUISO hacerlo? ¿O si nos tiene paciencia por obligación, pero en realidad se alegraría si desapareciéramos de la faz de la tierra?
Quizás nunca te hayas hecho ese tipo de preguntas, pero si alguna vez has pensado de esta manera...
El siguiente texto de Isaías nos permite vislumbrar los sentimientos de Jesús hacia nosotros no sólo cuando iba camino a la cruz, sino también ahora que su sufrimiento, muerte y resurrección están cumplidos.
Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir,
    y, como él ofreciósu vida en expiación,
verá su descendencia y prolongará sus días,
    y llevará a cabo la voluntad del Señor.
Después de su sufrimiento,
    verá la luzy quedará satisfecho…
 (Isaías 53:10-11a)
"Verá la luz y quedará satisfecho", nos dice Isaías. ¿Pero satisfecho con qué? ¡Contigo y conmigo! Tú y yo somos el fruto de su cruz. Cuando Jesús nos mira, ve a esa descendencia acerca de la cual profetiza Isaías. Tú y yo somos el resultado de la ofrenda de su vida. Y él está satisfecho.
Es por ello que nunca debes tener miedo de que Dios esté secretamente decepcionado de ti. Ya sabes lo que él piensa sobre ti: piensa que valías tanto como para ir a la cruz. Y nunca va a pensar de otra manera.
ORACIÓN: Señor, ¡estoy tan agradecido porque estés satisfecho de tenerme! Mantenme siempre contigo. Amén.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN:
¿Qué haces cuando, por más que te esfuerzas, no logras complacer a alguien?
¿Qué significa para ti saber que Dios te salvó porque te ama, y no por obligación?

lunes, 25 de mayo de 2009

REFLEXION A TU ALMA




LAS INSTRUCCIONES DEL MAESTRO


Hermano Pablo

Era el primer salto en paracaídas. Los ocho jóvenes australianos, todos ellos aprendices de paracaidismo, estaban entusiasmados. El avión que los llevaba volaba a mil quinientos metros de altura, y uno por uno los jóvenes fueron saltando. Todos habían estudiado con esmero. Pero a Alan Bannerman, de la ciudad de Sydney, no le fue bien. Su paracaídas se desplegó antes de tiempo y se enredó en la cola del avión. El joven quedó colgado de la cola en pleno vuelo.
El instructor de Alan comenzó a darle instrucciones: cómo quitarse el paracaídas enredado, cómo abrir el de repuesto, cómo aterrizar. Y siguiendo las instrucciones del profesor, y recordando las lecciones aprendidas en ocho horas de aprendizaje, el joven pudo salir de su amarradura y aterrizar sano y salvo.
¡Qué importante es saber cómo seguir las instrucciones del maestro! Es la única salvedad en cualquier problema que se presente, ya sea en el aprendizaje del paracaidismo o en el caminar de esta vida.
Son ciertamente muy pocos los que practican el paracaidismo, y sin embargo la vida entera es un gran salto. A diario confrontamos situaciones imprevistas. Cada nada tenemos que tomar decisiones de mayor o menor envergadura, y nos perdemos en el gran mare mágnum de perplejidades y desasosiegos que son parte de esta vida.
¿Qué podemos hacer cuando nuestro paracaídas no funciona, cuando nos estamos cayendo indefensos en forma vertiginosa? ¿Hay alguna solución para el alma confundida?, ¿para la vida en caos? Si no es nuestra paz del alma la que va en quiebra, es nuestra conducta, o nuestros negocios, o nuestro hogar o nuestra vida. Siempre hay algo que no anda bien, y a veces estas son situaciones muy severas. Nos estamos cayendo, y no hay salvación. ¿Qué podemos hacer?
Siempre podemos hacer las dos cosas que hizo Alan Bannerman, el paracaidista de Sydney: pedir sinceramente la ayuda divina, y luego seguir las instrucciones del Maestro.
Hay, para las luchas de la vida, un Dios que está atento a nuestro clamor. Según el salmista, ese «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia» (Salmo 46:1). Y es su Hijo Jesucristo, el Maestro divino, quien nos da los pasos a seguir. «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados —nos invita Cristo—, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí —nos instruye—, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave —concluye— y mi carga es liviana» (Mateo 11:28-30). Permitamos que Jesucristo sea nuestro Maestro y nuestro socorro.
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